No fue fruto ni fue flor, tan sólo
semilla.
Oculta en la tierra,
sin germinar,
muere sin ver el sol.
No hay agua que le dé de beber
ni calor que la abrigue.
Crece en un páramo yermo
seco de soledad.
Su alimento,
la angustia y el desasosiego,
la aniquilan.
Sin fuerzas, vencida,
ya no lucha.
Deja que el viento la lleve
hacia las nubes que reflejan en el mar.