...con toda mi alma. Aborrezco cada uno de tus alineados y brillantes dientes. Te los partiría a martillazos. Te dejaría la sonrisa mocha, la boca inútil, para que nunca más puedas sonreírle, ni hablarle, ni alabarlo; para nunca jamás te atrevas a robarle un beso. 

Búscate un hombre intenso, que ponga el hombro junto al tuyo hasta terminar el día. Uno al que le baste tu cabeza en su pecho para conciliar el sueño.

El pecho se ciñe. Las costillas se pegan unas a otras. El esternón se arquea hacia adentro. El abdomen se contrae. El aire  no puede entrar. Empieza así una interminable fila de suspiros, que intenta llevar el aire hasta el fondo de los pulmones sin lograrlo. 

Es difícil convivir con esta mala costumbre de pensar todo. Es manía mía analizar, desdoblar, descuartizar y hasta pulverizar mentalmente cada situación que se me presenta en la vida.  Y en mi afán por resolver el conflicto, por aclarar la duda, por desmenuzar causas y consecuencias y desentrañar ocultos significados, generalmente termino ahogada en un mar de pensamientos inconducentes.

Yo no tengo una melena leonina para enredar en tus dedos,

ni dientes perfectos como perlas de collar.

No tengo pechos redondos como melones maduros,

ni una cola perfecta que despierta miradas atrevidas.

Yo no tengo muslos firmes y redondos como mástiles,

ni la piel suave del durazno ni las manos pequeñas de doncella.

No encontrarás en mí una espalda cual muralla,

ni la estructura marcada de un abdómen perfecto.

Te ofrezco, en cambio, mi pecho cálido

para albergar tu cabeza en... Continuar leyendo